Cuenta con apenas un par de docenas de calles y hasta hace poco sus vecinos presumían de que solo había un semáforo en toda la ciudad.
Vale la pena visitar su animado mercado, en el que los pescados exhiben una brillante paleta de colores, desde azules y plateados a rosados o rojo escarlata como el bourgeois, un pez muy apreciado y sabroso a la parrilla. Las familias de Seychelles consumen pescado a diario y solo los domingos preparan algún plato de carne.
También hay que pasear por el cuidado Jardín Botánico Victoria, que reúne casi medio centenar de especies de palmeras, árboles del pan, tamarindos, papayas y otras plantas tropicales, aparte de un centenar y medio de especies de orquídeas, y descubrir algunos edificios coloniales, no siempre bien conservados, abrazados por unas impresionantes montañas que parecen hundirse directamente en las aguas turquesas del océano Índico.
El icono de la ciudad es la Torre del reloj, instalada en 1903 cuando las Seychelles se convirtieron en una colonia británica, una réplica de la torre del reloj que aloja el célebre Big Ben sobre el Puente Vauxhall de Londres.
Playas espectaculares
En la costa oeste de Mahé se suceden varias playas espectaculares y los mejores alojamientos. La playa más bonita de la isla es probablemente Beau Vallon, tres kilómetros al norte de Victoria, que ofrece un amplio arco de arena blanca reluciente con sus características palmeras.
Hay que disfrutar su auténtico ambiente marinero, con pescadores que venden sus capturas a última hora de la tarde a la sombra de los árboles takamaka tan característicos de las Seychelles. Muy cerca están algunos de los mejores lugares de inmersión para el buceo, donde explorar pecios hundidos espectaculares.
Pero incluso en los lugares más visitados, sean la playas o el interior, la sensación de paz y tranquilidad es total. No es raro ver, como en Grand Police, a pocos kilómetros al sur de Anse Bazarca, apenas una veintena de turistas que comparte una playa de más de 600 metros.
Un auténtico paraíso
Algunas veces se llega a pensar que es precisamente el género humano lo que sobra, o al menos los humanos no nativos, los visitantes que llegan a estas islas anhelando el Edén.
A pesar de que el turismo es una de las fuentes de ingresos fundamentales para Seychelles, no se muestra una especial preocupación por él. Se lo quiere valorar en términos relativos.
La capacidad hotelera de Seychelles es de 6.000 habitaciones y hay 3.000 más previstas pero paralizadas por una moratoria sobre la construcción de grandes hoteles en las tres islas principales, Mahé, Praslin y La Digue, para proteger su medio ambiente y promover establecimientos más pequeños controlados por los seychellenses. El número de turistas que recibe ronda los 370.000 al año.