El 31 de octubre se retrasarán las manecillas del reloj 60 minutos, de modo que las 03.00 (hora peninsular) serán de nuevo las 02.00 (en Canarias a las 2.00 horas será la 1.00), es decir, ganaremos una hora de sueño.
El objetivo, tal y como indican las autoridades, no es otro que "ahorrar energía", aunque esta medida está siendo cada vez más polémica y tiene cada vez más detractores.
Este horario se mantedrá hasta finales de marzo: amanecerá y anochecerá antes, lo que hace que las tardes sean más cortas en cuanto a horas de luz se refiere, al concentrarse estas en las mañanas.
A partir del domingo 31 de octubre nuestro país recuperará la que se considera la hora oficial en España: iremos una hora por delante del tiempo que marca el meridiano de Greenwich.
Este cambio de hora se hará en toda Europa de acuerdo con la Directiva Comunitaria del Cambio de Hora que, de momento, es de obligado cumplimiento.
En España, hasta el 1 de enero de 1901, se utilizaba el horario solar y la hora se regía por el meridiano de Madrid, no obstante, cada comunidad o provincia establecía su cambio de hora según conveniencias.
Sin embargo, el inicio de las guerras y las medidas propuestas en otros países empujaron a España a establecer el nuevo cambio de horario. De esta manera, a partir del 15 de abril de 1918 se instauró por mandato oficial el cambio de hora de verano.
Este cambio no resultó definitivo, ya que no fue hasta 1940 cuando Franco decidió ajustar el horario de España con el de Alemania, con la intención de realizar así un mayor acercamiento con este país.
Los efectos más frecuentes que provoca el cambio de hora en las personas, sobre todo en niños y ancianos, son: somnolencia, irritabilidad, cambios de humor, cefaleas y malestar general. Se trata de una especie 'jet lag, que no dura más de un par de semanas.
Los cambios de hora provocan una alteración en la secreción de melatonina, la hormona que actúa regulando los estados de vigilia y sueño en función de la luz solar: a más luz se produce menos melatonina, por lo que la función de inducir el sueño que tiene esta hormona se produce de forma más tardía. Un efecto que suele tener más incidencia con el cambio de horario de primavera que en el de otoño.
Con este último, donde amanece y anochece antes, se dispone de menos luz solar. Por lo tanto, con la falta de luz, segregamos más melatonina, lo que nos hace estar menos activos, ya que esta hormona es la encargada de regular el sueño.
No obstante, dejarse llevar por este estado de relajación puede ser peligroso, ya que el sedentarismo puede ser causante de patologías más graves, como las cardiovasculares.
Es indispensable mantener unos horarios fijos en cuanto a descanso y alimentación para evitar el cansancio y la sensación de fatiga. Junto a esto, es de gran importancia contar con un buen equipo de descanso para adaptarse al nuevo horario sin que el sueño se vea afectado.
A pesar de que solamente se retrasan los relojes una hora, los estudios indican que el organismo puede tardar días en adaptarse al nuevo horario provocando distintos trastornos, por lo que es recomendable adaptar los nuevos horarios de comida y de descanso poco a poco.