El trabajo en los aeropuertos es siempre muy dinámico, frenético casi. Pero hay días que lo son mucho más, como el lunes de hace dos semanas, el pasado 11 de enero. Era el primer día de operación de los vuelos de corto y medio radio tras la histórica nevada en Madrid.
A media mañana me llegó un email de mis colegas de IAG Cargo deseándome un feliz año e informándome que en el vuelo IB3205 de Bruselas a Madrid tendríamos dos pallets con vacunas.
Había que proteger mucho esta operación después de todas las cancelaciones del fin de semana por la nieve y, de verdad, que fueron horas muy estresantes.
Se acercaba la hora programada para nuestro vuelo, pero el avión no había llegado, el embarque ni se había empezado y no había ni siquiera hora prevista de salida. Como intuía, los coletazos de la nieve del fin de semana se seguían notando en toda la red.
Para llevar las vacunas se necesita un avión con las bodegas refrigeradas, no vale cualquiera. Es necesario por la cantidad de hielo seco que acompaña a las vacunas para mantenerlas a la temperatura indicada por el fabricante, que son cerca de -70ºC. Así que llamé a nuestro centro de control operativo (NCS) para ver qué avión nos podían mandar y cuándo. En esos momentos había un A320neo a punto de aterrizar en Madrid, pero la situación en Madrid estaba muy complicada por las cantidades de nieve y hielo acumuladas por todas las partes. Solo se podían utilizar 5 parkings; es decir, solo podía aterrizar un avión una vez hubiera despegado otro. ¡Ya no me quedaban uñas que morder!
Me metí en mi correo y vi que el departamento de comercial de aquí, en Bélgica, me había enviado un email de soporte con el aviso de máxima prioridad a nuestro IB3205 con las vacunas, y me decían que el equipo entero estaba muy orgulloso de Iberia y de mí por sacar el vuelo adelante con tan poca antelación y con las condiciones actuales. Si supieran…
No sé cuánto tiempo pasó; seguramente unos minutos, aunque a mí me pareció una eternidad. El NCS me dijo que había un Asturias-Madrid que podría hacer después el vuelo a Bruselas; estaban ya listos, a la espera de que el Madrid-Orly saliera y liberara un párking. ¡A cruzar dedos!
Y así fue. Unos minutos más tarde me volvieron a llamar para confirmarme que el Hotel-Unión-Hotel (EC-HUH era su matrícula) definitivamente sería nuestro avión. Llegaría a las 23:30 horas y despegaría de nuevo hacia Madrid a las 00:15 horas. ¡Bien! Esto es 6 horas de retraso respecto a la hora programada de este vuelo pero lo importante es que las vacunas llegarían a España.
Una vez que ya teníamos avión asignado, a por el siguiente problema: el aeropuerto de Bruselas cierra a medianoche… Así que a llamar al Centro Operativo para pedir permiso para operar después de las 12. Una vez que me dijeron que sí – la verdad es que no tenía dudas de que nos autorizaran, y menos para algo así-, contacté con el personal de handling para saber si a esas horas tendríamos trabajadores disponibles. Su respuesta fue inmejorable: “por nosotros nos quedamos hasta la 1 de la noche o lo que haga falta”.
En la terminal nos quedamos un agente de embarque, Krum; el supervisor de pasaje, Kefren; y yo, para que el resto pudiera ir a casa a descansar.
A las 21:35 empezó el embarque del vuelo en Madrid y a las 22:10 le dieron permiso para ir a la plataforma de deshielo. ¡Ahhh! ¡Qué suspense! A las 22:39 despegaron por fin.
Y mientras tanto, nosotros en Bruselas no paramos de hacer llamadas para tener todo listo y que no nos cancelaran nuestro slot, nuestro permiso de despegue. ¡Conseguido también!
A las 00:15 empezamos a hacer pre-chequeos de las PCR y QR de los clientes que volaban a España para luego tener el embarque lo más ágil posible.
El avión llegó por fin. Las vacunas fueron posicionadas a su lado, listas para ser cargadas. Y mientras, cogí el altavoz para pedir a los clientes máxima cooperación en la hora de embarque para tener la documentación lista, pasaporte abierto en la página de la fotografía, meter las maletas en los compartimientos lo más rápido, respetar las llamadas del embarque por filas… Tengo que decir que la colaboración de los clientes fue total. Ellos sabían el tipo de carga que íbamos a llevar en el avión y estaban más que comprometidos.
El embarque fue modélico. Pero el destino nos guardaba una última prueba para nuestros corazones: la pantalla en la que el coordinador ve la hoja de carga se había quedado pillada y no había forma de reiniciarla, por lo que no se podían enviar los datos a Madrid. Después de tanto trabajo y tanta espera no podíamos cancelar. Por favor, no.
A la 01:34 llegó por fin la hoja, cerramos las puertas, quitamos el finger… y el avión empezó a alejarse de nosotros. ¡Qué alivio! Salida real del vuelo: 01:38 horas.
Ya estaba. Así que nos fuimos andando desde nuestra puerta A57 por la terminal vacía, sonriendo, agotados pero felices. Cuando oímos el ruido de los motores a máxima potencia, los tres giramos la cabeza: nuestro EC-HUH estaba ya despegando. Y sin pensarlo, nos salió a los tres hacerle una gran ola con nuestras manos.