Tal vez parte del desconocimiento que se tiene de Córcega se deba a las pocas comunicaciones que ha tenido con el continente pese a su relativa proximidad a las costas de Francia, Italia y España.
Córcega es una isla, un mundo aparte, lleno de misterio, codiciada y conquistada a menudo a lo largo de su historia. Y también por eso se ha sentido siempre distinta al resto del mundo, anclada en valores que le son propios.
Mediterránea y francesa, pero corsa ante todo, ha forjado a lo largo de los siglos una cultura original, rica y profunda.
Tierra genovesa y más tarde francesa, Córcega reivindica sus tradiciones vivas y sus costumbres seculares que se encarnan en las voces, la música o la artesanía.
El Museo Nacional de la Casa Bonaparte y el Museu di a Corsica narran toda la historia de Córcega. Además, esta isla disfruta de un entorno excepcional.
Una península repleta de monte bajo, volcada en el golfo de Génova, con una costa occidental de rocas esculpidas por el viento y el mar, y ciudades luminosas adosadas a los acantilados calcáreos, playas de tonos caribeños, picos de granito que apuntan al cielo, pueblos de montaña sobre ciudades balneario de moda... Córcega es en sí misma una lección de geografía.
Córcega tiene muchas facetas por descubrir... la pregunta que uno se puede hacer visitando la isla de la belleza es ‘Qué es lo que no tiene Córcega?’. Mar, montaña, bosques, ríos, ciudades y pueblos con encanto, gastronomía y vinos con carácter, sin olvidar las tradiciones que mantienen viva la cultura corsa.
Aunque es la más montañosa de las islas mediterránea, en realidad, puede decirse que Córcega es una montaña en el mar, con cumbres que superan los 2000 metros de altura ‘el punto culminante está a 2710 metros’, y posee un patrimonio natural único, de hecho, muchas de sus riquezas naturales han sido declaradas Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO. Además, en un intento por conservar una isla salvaje, apuesta por un turismo sostenible, evitando el turismo de masas.
Pero la riqueza natural de Córcega no se reduce a sus montañas. También están los bosques de pinos que rodean lagos de altitud, los pastos alpinos, el monte bajo inexplorado, los viñedos, los 25 ríos que la recorren y los más de 1000 kilómetros de un litoral variado, con 200 playas de arena fina. La Costa oeste es la más salvaje, la más recortada, con esos profundos acantilados de pórfido rojo y de caliza blanca, esos cañones de granito; y el litoral este está recorrido por la larga planicie de Aléria... Una riqueza natural que hay que preservar, por lo que dos tercios de la superficie de la isla son Parque Natural Regional, en total 3500 km², con cinco Reservas Naturales y un Parque Marino Internacional.