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Descubriendo Cracovia (I): Una ciudad de leyenda

Martes 10 de septiembre de 2019
Antigua capital de Polonia, con más de mil años de historia a sus espaldas, sede de una de las primeras universidades europeas, Patrimonio de la Humanidad desde 1978 y con uno de los doce conjuntos arquitectónicos más bellos del mundo, Cracovia, principal foco cultural del país, es una ciudad en la que el tiempo parece haberse detenido.

Dos antiguas leyendas medievales -o tal vez verídicas historias- ayudan a situarse en la milenaria ciudad de Cracovia, la más emblemática de Polonia, reconocida como Patrimonio de la Humanidad y que fue Capital Europea de la Cultura en el año 2000.

La primera de ellas narra la gesta heroica del príncipe Krak, llegado de Carintia, quien, al saber que un terrible dragón tenía atemorizaba a la población porque devoraba su ganado y a la propia gente, decidió acabar con él. Con la ayuda de sus hijos, arrojó en el interior de la caverna donde habitaba el monstruo una vaca rellena de azufre que el glotón dragón devoró en pocos minutos, muriendo envenenado. Su nombre, Krak, pero que el pueblo tradujo como Craco, dio origen al de la ciudad.

Hoy de la leyenda sólo queda la gruta del animal llamada, obviamente, "Antro del Dragón" y una estilizada figura en hierro que recuerda vagamente a la fiera y que, eso sí, arroja llamaradas de fuego puntualmente cada treinta segundos.

Pero pese a su limitado atractivo, éste es uno de los puntos más visitados y fotografiados de Cracovia. La explicación está en que aquí comienza el camino que conduce a la espectacular colina de Wawel, sin duda, el conjunto monumental más bello de la ciudad y, seguramente, de toda Polonia.
La segunda leyenda -ésta con mayor base histórica- no tiene como protagonistas a míticos dragones ni príncipes valientes, sino sencillos seres humanos. Parece que en el siglo XIII, cuando los tártaros se disponían a atacar la ciudad, un vigía desde lo alto de la iglesia de Santa María en la Plaza del Mercado de la Ciudad Vieja comenzó a tocar su trompeta para alertar a la población. Una certera flecha enemiga le atravesó la garganta e interrumpió dramáticamente su llamada. Hoy, setecientos años después, desde la misma torre se sigue interpretando cada hora en punto la melodía, la hejnat mariacki, una especie de toque de diana, que parece interrumpirse a la mitad. El vigía es ahora un bombero y su toque suena cuatro veces cada hora, asomándose hacia los cuatro puntos cardinales. El rito forma ya parte de la identidad nacional polaca y la llamada del mediodía se trasmite por radio a todo el país.

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