La Semana Santa de Cuenca declarada de Interés Turístico Internacion. Su origen del siglo XV y principios del XVI.
La tradición que une a la ciudad: Treinta y tres hermandades y una Archicofradía. Cuarenta y tres imágenes. Diez procesiones. 30.000 nazarenos. Ocho templos de salida. Veinte calles como escenario pasional. Veinte horas ininterrumpidas de procesión el Viernes Santa.
Transmitida de padres a hijos la definen su austeridad y sobriedad, su recogimiento y silencio, una altísima participación. Como lo es su carácter familiar y gremial: muchas de las hermandades estuvieron en su origen ligadas a familias históricas de la ciudad, así como a gremios y profesiones concretas.
De la Plaza Mayor a la de la Hispanidad, de San Pedro a San Esteban, las calles que componen el recorrido procesional dotan a la representación conquense de la Pasión de un carácter propio y diferente, llaman al esfuerzo a los banceros y ponen a prueba la resistencia de portainsignias y hermanos de tulipa.
Curvas, cuestas, recovecos y plazuelas contribuyen, tanto en la parte vieja como en la zona nueva y junto con la particular luz del Casco Antiguo, a dibujar una plasticidad en sus desfiles procesionales que no tiene parangón. La geografía de la Pasión está en Cuenca hecha de contrastes. Destacan, por lo angosto, puntos como las calles de San Pedro y Alfonso VIII en su tramo más cercano a la Plaza Mayor, la del Peso y la de Los Tintes que desfila paralela al Huécar. Contrastan, por lo amplio, Carretería y Calderón de la Barca, Andrés de Cabrera a la altura de San Felipe Neri, el remanso que es la Puerta de Valencia en la que la calle brevemente se abre antes de volver a estrecharse y la propia plaza de la Catedral, estampa sin duda digna de admirar. Resaltan, por lo sinuoso, las curvas de la Audiencia punteadas de capuces y tulipas en cortejo sin final.
Si tenemos además en cuenta que el recorrido procesional está jalonado, directa e indirectamente, por iglesias y edificios históricos de gran valor artístico y patrimonial como la Casa del Corregidor, el Palacio de los Girón y Cañizares convertido en Museo de Semana Santa o el Hospital de Santiago, comprendemos por qué el marco en que se desarrolla la Pasión de Cuenca es imposible de igualar.
Cuenca declarada en 1996 Patrimonio de la Humanidad, impresiona por su gran belleza.
La celebración de la Semana Santa conquense adquiere especial relieve por el trazado urbanístico medieval del Casco Antiguo, que se convierte en un espectacular escenario que nos transporta a tiempos pasados. Los desfiles procesionales adquieren una gran belleza al anochecer.
Procesiones que se suceden desde el Domingo de Ramos con La Borriquilla, acompañada de palmas y ramas de olivo y del paso de Nuestra Señora de la Esperanza; la Procesión de la Vera Cruz el lunes, la del Perdón del Martes Santo y la del Silencio el miércoles. Los días culminantes son el Jueves Santo, con la procesión de La Paz y la Caridad; y el Viernes Santo, con tres procesiones: al amanecer la del Camino del Calvario, al mediodía, en el Calvario, y al atardecer, el Santo Entierro. La última procesión de la Semana Santa conquense es la de El Resucitado, el Domingo de Resurrección.
Por su profundo arraigo entre los conquenses, destaca la procesión Camino del Calvario, conocida popularmente como las Turbas, en la madrugada del Viernes Santo. Esta procesión no deja indiferente a nadie: las turbas aparecen como "actores" encargados de representar la burla que sufrió Jesús camino de la cruz. Durante el recorrido se producen momentos de estruendo al toque de tambores y clarines, que contrastan con otros de absoluto silencio, como cuando se canta el Miserere en la escalinata de la Iglesia de San Felipe Neri.