El pozo de Darvaza es un lugar creado por equivocación y de manera artificial durante la década de 1970. Por aquel entonces, Turkmenistán aún formaba parte de Unión Soviética y fueron sus científicos los que decidieron hacer prospecciones en la zona cavando profundos pozos en busca de petróleo y gas. Así lo explica en su libro, Turismo Dark, Míriam del Río…
Los geólogos llevaron maquinaria pesada e iniciaron sus pesquisas sin advertir que estaban situados sobre una gran caverna de gas subterránea que colapsó y provocó un cráter de 20 metros de profundidad.
Lógicamente, nadie se atrevió a descender al núcleo del pozo, pues las complicadas tareas de recuperación del equipo de perforación y los gases nocivos y tóxicos que emanaban de la caverna hicieron desistir a los geólogos. Por tanto, la mejor solución que encontraron fue prender fuego a los gases hasta desintegrarlos por completo. Pero no lo consiguieron, no fueron capaces de valorar correctamente la magnitud del pozo ni la cantidad de gases de su interior, pensaron que estos se extinguirían a las pocas semanas; sin embargo, casi cincuenta años después, el fuego aún arde incandescente. Y parece que no tiene intención alguna de apagarse. Este fortuito evento provocó la curiosidad y el asombro de muchas personas que se acercaron hasta el pozo para admirar las abrasadoras llamas de la puerta del Infierno. Y a pesar del complicado acceso a la región y las restricciones burocráticas que ha impuesto el Gobierno, cada vez más visitantes se acercan hasta este desolado y remoto punto del desierto para contemplar la hipnótica visión del fuego infinito.
Las visitas aumentan con la puesta de sol a pesar del clima extremo y las tormentas de arena inusitadas, ya que, en este momento del día, el tórrido y dantesco espectáculo del fuego es, sin duda, el mayor atractivo de la zona. No obstante, la elevada temperatura del pozo tan solo permite acercarse al borde durante unos pocos minutos hasta que el calor se torna insoportable. Muchos visitantes han tenido que ser atendidos de urgencia por acercarse demasiado al límite del pozo. Algunos afirmaron sentirse misteriosamente atraídos por el fuego del cráter.
Durante los últimos años, el Gobierno ha trazado diversas estrategias para cubrir el agujero, todas ellas sin éxito. Se desconoce la cantidad de gas que aún se halla en su interior, ni si algún día las llamas se extinguirán.
Sobre la autora
Nacida en Barcelona en 1980, Míriam del Río es licenciada en la Universidad Ramón Llull de Periodismo y especializada en temas culturales e históricos. Colabora con diversos medios de comunicación sobre el mundo del cine, la arqueología y la historia, y compagina esta faceta con otra de sus grandes pasiones, guiando a viajeros por el mundo.